El mal ministro

WERT Y NO VER me sorprende, para peor, cada media hora. Sospecho que tendré que estrangularlo, aprovechando la doctrina Parot. Él se cree fuente de toda maravilla. A los ajenos les produce la impresión de un tonto que no se ha dado cuenta aún de que lo es. Y dice necedades, que a él le parecen hallazgos sorprendentes. «Esta ley, si funciona, va a ser cara.» «La equidad, en educación, nunca está garantizada, sólo peor o mejor defendida.» «Si estuviera harto, me habría ido ya.» ¿Pero no se pregunta cómo estamos los otros de oír tanta sandez alegre y confiada? Si yo tuviera hijos pendientes de ese ministerio, le habría dado ya a ese Wert y no ver, por vanidoso. Dice cosas peregrinas, como si se dirigiera a colegios de deficientes mentales o empleara, como un cura antiguo, las divinas palabras en latín: «Presentamos a las comunidades el proyecto de punto neutro, para conseguir un extraordinario avance en los recursos digitales... El profesor es un entrenador... Las TIC van a convertir al profesor en entrenador... Y en el tema económico, la tendencia que se impone en USA, en cuanto al uso de las TIC es el bring your own device, trae tu propio cacharro». A él, tan seguro y tan preciso, ni las amenazas de imposición ni los recursos le quitan el sueño. Y ya lo creo que la religión acabará contando para las becas: es evaluable. ¿De dónde es tonto este hombre? Recuérdenlo mañana.